Crónica del escrache
del 4 de junio.
A las 12:25 del sábado, tres ómnibus y una decena de autos iniciaban el
recorrido en caravana con destino a Piriápolis con el objetivo de escrachar al
Cnel. Ramas. Torturador de la dictadura.
Pero la acción había empezado un
mes antes, cuando se inició la búsqueda de la ubicación del chalet “Rosemar”,
lugar donde el Cnel. Ramas gozaba del privilegio de prisión domiciliaria.
Obtenida la dirección de la calle Talcahuano entre Urquiza y Sarmiento (Piriápolis), un primer equipo
realizó los relevamientos y confirmó con indignación las sospechas: el represor
gozaba en su casa de veraneo de total impunidad y libertad de movimiento sin
tobillera electrónica. Lo fotografiamos tomando mate en su jardín, fue difícil
contener la bronca al verlo, especialmente para los compañeros del equipo,
familiares de sus víctimas. Cómo habitualmente nos pasa en estos casos –a pesar
de tenerlo a pocos metros de alcance- optamos por el método de la condena
social. Cómo lo hicimos con Gavazzo, Cordero o Barneix: sacarlos del anonimato,
cercarlos socialmente, despertar el repudio del barrio, contarle a las nuevas
generaciones lo que pasó y lo que hicieron, y reducir lo más posible todas las prebendas
de las que gozan por leyes inmorales y por omisiones de la justicia. Esos son
nuestros métodos.
Durante varios sábados convocamos
a coordinar un escrache, se fueron sumando organizaciones sociales, estudiantes
y sindicatos. Los costos de una movilización de este tipo (a casi 100 km de la
capital) se cubrieron con el apoyo de varios sindicatos, y con el aporte
individual de muchas personas, para llegar a los casi 40 mil pesos que exigió
el despliegue transporte y propaganda.
El sábado 28 de mayo, en la feria
más cercana a la zona donde ubicamos al Cnel. Ramas. Volvimos para informar a
los vecinos de la actividad que se preparaba. Fuimos bien recibidos por la
gente del lugar, algunos compartían la indignación de enterarse que allí tan
cerca de sus casas o lugares de trabajo vivía ese militar denunciado por
tortura, violación y secuestro. Y –al
igual que con Gavazzo- empezaron a llegarnos noticias de que circulaba
tranquilamente por la zona. El equipo fotografió nuevamente la casa, esta vez
el represor había quitado el cartel que daba nombre a la casa “Rosemar”, en un
intento por pasar desapercibido. Pintamos en la calle el nombre. La esposa del
torturador (al igual que sucedería en el escrache a Gavazzo) salió a increpar a
nuestros compañeros con prepotencia:
-¿Hasta dónde piensan llegar?”,
reclamó la mujer.
-¿Sabías que tu esposo violó y
torturó? Replicaron nuestros compañeros.
La mujer reconocía con despotismo
su complicidad, cada palabra fue grabada.
A las 13:30 del pasado sábado 4
de junio la caravana hacía una parada en el peaje de Pando, más manifestantes
se subían a los 3 ómnibus y más vehículos se unían a la caravana completando
una docena.
A las 14:50 estábamos llegando a
Piriápolis. En cada coche los encargados de organización repasaban los
criterios de la movilización. Recibíamos la información de que en la calle
Talcahuano la policía ya había desplegado un vallado cerrando la cuadra entre
Urquiza y Sarmiento, lo que nos dejaría a unos 70 metros de la casa
aproximadamente. En el punto más cercano unos pocos policías de la jefatura
local hacían un cordón, más atrás una policía femenina del mismo cuerpo
filmaba, y un segundo elemento encapuchado (presumiblemente de inteligencia)
hacía lo mismo desde una segunda cámara, y en el fondo un grupo de la GEO
aguardaba como fuerza de choque. Todo ese operativo para garantizar que el
torturador no se vea molestado.
Foto: Semanario La Prensa |
15:20: En Piriápolis nos
esperaban aún más personas para sumarse a la protesta. Las demoras de la
caravana implicó que esperaran allí una hora más de lo previsto, pero allí
estuvieron de todos modos, a pesar del frío y la lluvia. Al iniciar la marcha
contabilizamos unos 300 manifestantes en total. Desplegamos nuestras pancartas
“A donde vayas te iremos a buscar”, nuestros bombos y redoblantes para romper
tanto silencio, y las fotos de los desaparecidos, como estandartes de memoria. A poco de avanzar sobre la calle Talcahuano un
vecino miraba pasar la marcha. El anciano observó los pasacalles y levanto su
puño izquierdo. Una cantidad de jóvenes coreaban consignas y se mezclaban con
rostros reconocibles de tantas marchas, viejos luchadores sociales, familiares
de las víctimas, algunas de las propias víctimas del torturador incluso, y
hasta un perro del bario que se ganó la simpatía de los manifestantes al preferir acompañar a los que estaban
de nuestro lado de las vallas.
A las 15:50 habíamos llegado al punto en donde
las vallas nos cortaban el camino, para ese momento teníamos ya registrados a
varios infiltrados a los cuales solicitamos retirarse de nuestro espacio de manifestación.
Práctica reiterada y sistemática de este Ministerio del Interior que confirma
(a pesar de la ridícula torpeza de los agentes) la lógica criminalizadora de la
protesta social.
Continuamos con nuestro acto,
hablaron los compañeros de la Mesa Permanente contra la Impunidad, habló la Unión
de Funcionarios del Codicen, compañeros de la coordinación del escrache,
Plenaria Memoria y Justicia, llegaron adhesiones del CEIPA y de los sindicatos
que apoyaron.
Fue una jornada llena de
dignidad, larga, cansadora y donde se plasmaba un montón de esfuerzo invertido
durante semanas de militancia. Parte de un camino que todos sabemos debe seguir
recorriéndose, repitiéndose escrache tras escrache. Vigilando los pasos de los
represores. Sosteniendo la condena social.
A las 16:45 estábamos dejando el
barrio, para continuar la lucha.
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