21 de abril de 2016

Memoria Activa: Diana Maidanic Presente!!!


Las Muchachas de Abril es como se conoce en Uruguay a las tres jóvenes militantes del FER 68, que fueron asesinadas, el 21 de Abril de 1974, por las fuerzas conjuntas (integradas por Artillería  antiaérea y funcionarios de la  inteligencia de la OCOA, con base en ese entonces en el Grupo de Artillería 1, La Paloma  Infantería 1.2.3, del km 14 de Camino Maldonado).

Al mando del operativo iba el  teniente Coronel Juan M Rebollo, Mauro Mauriño, el Capitán Julio Cesar Gutierre, el Mayor José Nino Gavazzo, Manuel Cordero, el Teniente Jorge Pajarito Silveira, en búsqueda de Washington Barrios , ahí fueron brutalmente asesinadas  Diana 21 años, Laura 19 años y Silvia de19 años embarazada del hijo que esperaba; al poco tiempo Washington, es  secuestrado y desaparecido en Argentina.



Diana Maidanic 
(Material extraído de los “Ovillos de la Memoria”)

Nació el 31 de octubre de 1951, en Montevideo. Sus primeros años transcurrieron en la casa de sus padres en bulevar Artigas y Miguelete.

Cuando tenía 2 años muere sorpresivamente su padre, y la madre se lo oculta; es su manera de cuidarla. Pero el padre desapareció de su infancia, de su casa, y Diana no podía comprenderlo. Años más tarde, cuando ya era adolescente le reprocha por qué, por qué no le dijo.

Flora, su madre, vive hoy en una casa llena de recuerdos de Diana y sigue lamentando no haber entendido lo importante que era para la niña conocer la causa de la ausencia de su padre, no haberse animado a explicarlo. Diana tenía 5 años cuando Flora se vuelve a casar y con ese matrimonio llegan dos nuevos hermanos: Mauricio y Carlos, 14 y 5 años mayores que ella. Finalmente nacería su hermanita Ana para compartir su mundo infantil.

Ni bien aprende a hablar se manifiesta su pasión por declamar, en la adolescencia llega a actuar en la Sala Verdi. Todo su cuerpo comunica lo que siente. Concurre al Liceo Francés en los primeros años, luego de la mudanza va a la escuela 81 de Carrasco.

Una niñera oriunda de Rivera, Celia, entra en su vida para quedarse como una madre más. Se creó entre ellas un vínculo muy fuerte, Diana nunca la consideró una empleada, siempre fue una compañera.

Celia aún recuerda aquel enorme corazón de Diana, su generosidad y su entrega. A pesar de que estuvo criada en un hogar donde nada faltaba, siempre estaba pensando en los que no tenían para comer. Para el casamiento de su hermano Carlos, a Diana le hacen un vestido de fiesta tan lujoso que ella decía con pena: “Todos los que podrían comer con lo que vale esto”.

Con los ojos brillantes, cuenta Celia que Diana fue la mejor persona que conoció. Charlaban mucho, cuando hablaba se apasionaba, le contaba de Sendic, del Che, le gustaban Los Olimareños y el canto popular. Recuerda con pena el libro de Sendic que Diana le regaló y que ella tuvo que quemar, con gran dolor, en la época en que los allanamientos estaban a la orden del día. Diana fue su compinche, como una hija, una compañera...

Flora, por su parte, se acuerda de cuando encontró a Diana y a Mónica, su prima, fumando, tenían 13 años. Pensó que la responsable era Mónica, que siempre había sido vivaz y muy osada. Cuando estaban juntas había risas, bromas y picardías. En los encuentros familiares las primas estaban indefectiblemente juntas, muy pegada una a la otra. A Diana le gustaba mucho ir a la casa de Mónica en Capurro. Charlaban sobre todos los temas: el amor, las relaciones, la literatura, la revolución, la militancia, la lucha por el boleto, los acontecimientos del mundo, los Beatles.

Diana empezó a participar en el FER 68 y Mónica en la UJC. A Flora le preocupaba y pensaba: “esta chiquilina, tan comunista”. Diana era reservada y tenía pocos amigos, a los 18 años quería conocer Israel, pero tuvo que operarse de un quiste y postergar el viaje. Nunca lo llegó a hacer. Hoy Mónica y Celia ríen juntas al recordarlo.

Estaba cursando medicina y el último año de psicología, en el Hospital de Clínicas. Abrió un jardín de infantes, El Globo Rojo, para niños de 2 a 5 años. Amaba a los niños. Cuando la van a buscar la patrulla militar pregunta a los vecinos donde está el jardín. Ese día Flora estaba en una casa cercana, desde donde vio el operativo sin relacionarlo con su hija. Se dio cuenta cuando unos vecinos le preguntan:

“-¿Esa no es Diana?”

Envuelta en un tapado beige la llevaban a empujones. La detienen en julio de 1972, en el Batallón 13 de Infantería. Hasta allí iban a visitarla. Los domingos, desde la Gruta de Lourdes, como los demás familiares presenciaban los recreos y se comunicaban con gestos. Ella hacía manualidades que les enviaba.

Mónica todavía se pregunta por qué fue al velorio de Jorge Salerno y no fue al cuartel a ver a Diana. Tal vez el temor de entrar a un cuartel, y los criterios de seguridad que se manejaban ante tanta represión. La extrañaba y estaba al tanto de todo lo que le sucedía. Un año y medio después le dieron la libertad, el primero de noviembre de 1973. Charlaron mucho, tomaron mate y pudo sentir su intensa necesidad de afecto, le asombró cuánto extrañaba a las compañeras que habían quedado en el cuartel, se sentía muy apegada a ellas y sufría. Recuerda los helados que tomaban juntas, sus paseos en el balneario Jaureguiberry. Diana siempre estaba pensando en lo que las compañeras no podían hacer, ver, ni comer. Una parte de ella se quedó en prisión. Ese verano también pasaron algunos días juntas en La Floresta, fue su último verano.

Celia recuerda el día que Diana está preparando las cosas para irse, le pide que elija uno de sus peluches para regalárselo. Eligió una muñeca patona que hasta hoy conserva.

Empieza la etapa de la clandestinidad, las llamadas telefónicas de Diana eran esporádicas. Celia atendía y ella preguntaba:

“-¿Quién habla?
-La muchacha.
-Soy yo, no seas guaranga”.

En esos meses la madre la pudo ver muy pocas veces, se cita-ban en un café, pero la angustia y el miedo de Flora se convertían en lágrimas. Diana la tranquilizaba:

“-Mamá, quedate tranquila, si no te calmás no vamos a poder seguir viéndonos”.

En marzo creyó que se había ido a Buenos Aires, porque para su cumpleaños recibió flores con una tarjeta que parecía venir de la otra orilla.

Un día sonó el teléfono y alguien le dijo:

“-Soy amigo de Diana. Ella la necesita, está herida, se accidentó con una bomba que estaba haciendo”

Cortaron y ella quedó en la más absoluta desolación, sin saber qué hacer. Lo comentó con unos amigos, que intentaron tranquilizarla:

“-No le debe haber pasado nada, quedate tranquila, debe ser tortura psicológica”. Aquel domingo cuando Flora atendió el teléfono, una voz dijo:

“-Su hija murió en un enfrentamiento, venga a reconocerla.

Allí en la morgue del Hospital Militar Flora la ve: el pelo corto, pelirroja, tenía 22 años. Su pequeña, que amaba declamar, tan callada.

Ficha del proceso judicial de Diana Maidanic


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