Esta es la historia de Carlos Alfredo, un docente de UTU, un militante anarquista, un ingeniero de la resistencia. Una historia contada por aquellos y aquellas que lo conocieron, que compartieron su vida y su lucha. A través de relatos, cartas y testimonios se fue rescatando poquito a poco quién fue Carlos Alfredo Rodríguez Mercader. Una historia de amor y revolución en tiempos del Plan Cóndor.
Santa Lucía.
Carlos Alfredo vivió
en Minas hasta los 7 años. Luego la familia Rodríguez Mercader se trasladó a Santa Lucía, Canelones, donde
Carlos Alfredo y su hermana Zolinda cursaron primaria, secundaria y UTU. Su
madre, Amalia Mercader, fue directora de la Escuela Industrial de Santa Lucía y
su padre, Alfredo Rodríguez, agrimensor militante del Movimiento Izquierda Revolucionaria
(MIR).
Nacido en el seno
de una familia de laburantes, simpatizantes con las ideas de izquierda, Carlos Alfredo
se fue formando en esa cultura de solidaridad, en una casa de puertas abiertas
que influyó para que desde muy joven se integrara a las luchas sociales de la
época, reivindicaciones y protestas obreras, movilizaciones estudiantiles. Todo
esto fue una constante en su vida que lo llevó a comprometerse en niveles más
altos de confrontación directa.
Quienes lo
conocieron lo recuerdan como un enamorado de la vida, sencillo, metódico, creativo,
inventor.
"Siempre andaba haciendo
malabares y cosas. Todo le gustaba, jugaba al fútbol, bailaba, hacía aviones,
todo lo que se le ocurría hacía. Era
audaz para pasar los límites. Su vida fue corta, pero intensa. Le encantaba la música, el baile, los
Beatles, pero zapateaba y era bueno”
Zolinda Rodríguez Mercader
“Andaba siempre haciendo avioncitos con
madera de balsa. Le encantaba, jugaba con ellos como si fuera un niño"
Violeta Mallet
Carlos Alfredo era
un técnico muy talentoso con una afición particular: el aeromodelismo. Los
inofensivos avioncitos hechos con palitos delgados dieron paso a artefactos
sofisticados capaces tanto de lanzar volantes en lugares precisos como de
ejecutar otras proezas útiles a la causa.
El
comienzo
En el año 1968 con
18 años se va para Montevideo e ingresa a la Facultad de Ingeniería y al mismo
tiempo cursa la Escuela Superior de Mecánica en la UTU. Obtuvo el título de profesor de
Mecánica en el Instituto Normal de Enseñanza Técnica. En 1971 se desempeñó como
maestro de tornería mecánica en la Escuela Industrial de Piedras Blancas. Formó
parte del gremio de Funcionarios de UTU (OMTUTU).
Carlos Alfredo
militó en los gremios estudiantiles en secundaria y UTU. En 1969 fue detenido
en dos oportunidades por Medidas Prontas de Seguridad (MPS), en el marco de
movidas estudiantiles. La segunda vez fue remitido al cuartel de San Ramón. Durante
esta detención, Carlos Alfredo conoce a Alberto "Pocho" Mechoso,
militante de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). En ese encierro ambos
compartieron debates sobre la situación del país, de la lucha, de la estrategia
política. Así fue forjándose primero una relación de confianza que terminó en
una gran amistad.
Al salir en
libertad formó parte de un grupo de amigos entre los que se encontraba Ivonne
Trías Hernández, con quien se casaría poco tiempo después. En ese grupo
discutían la situación del país y las distintas opciones de militancia. Ninguno
dudaba de la necesidad de actuar, solo había que decidir desde qué filas.
Evaluaron las distintas propuestas existentes: Partido Comunista, Movimiento de
Izquierda Revolucionaria, Tupamaros y Federación Anarquista Uruguaya. Tras
mucha discusión optaron por sumarse a la FAU.
En 1970, luego de
varias charlas, finalmente ingresa a FAU, y posteriormente se incorpora a la Organización
Popular Revolucionaria 33 orientales (OPR33), aparato armado de la FAU que llevó
adelante una serie de acciones: sabotajes, expropiaciones económicas,
secuestros de empresarios patronales particularmente odiados por el pueblo, como
también apoyatura armada a huelgas y ocupaciones de fábricas. Es ahí cuando a
Carlos Alfredo lo bautizan como “Santana”, nombre con el cual será conocido en
su militancia.
El año 1971 tuvo todo el carácter de un año electoral y el gobierno
devolvió la legalidad a los grupos ilegalizados en 1967 por publicar en Época
su acuerdo con las tesis revolucionarias de la OLAS. Entre esos grupos estaba
la FAU.
E periódico Época reapareció el jueves 7 de
diciembre de 1967 con un editorial de adhesión a la tesis revolucionaria de la
OLAS y, en sus páginas centrales, publicó el “Acuerdo“, un manifiesto que
define a la publicación “como una proyecto común de los partidos y agrupaciones
definidos expresamente dentro de las coordenadas revolucionarias mayoritarias
de dicha conferencia (la de la OLAS).
La decisión de volver o no a la legalidad fue compleja para esta organización:
cómo distribuir sus fuerzas entre la actividad pública de masas y la
conformación de una organización capaz de resistir la ineluctable represión con
la consigna de “hacer durando y de durar haciendo”. Ese sector, de carácter
clandestino, era la OPR33 y allí actuó Carlos Alfredo.
“APRETESIS”
“El 29 de diciembre de 1970 pensábamos realizar una acción un “secuestro”. La “víctima” era un oscuro personaje, admirador del dictador Francisco Franco, cotizante de la JUP y poseedor de una abultada cuenta bancaria. Se trataba del rematador Pedro R.Core.
Pero hubo fallos en el relevamiento del lugar y el conserje del edificio denunció “movimientos raros”. La zona era muy sensible, con la Bolsa de Valores, corazón de las actividades financieras, en las calles Rincón y Misiones. En lugar del “candidato” nos esperaba una ratonera, montada por el Departamento 4 de Inteligencia, con el apoyo de una unidad de la guardia Metropolitana.
Allí todo se complica. El “Perro” Washington Pérez abandona su rol de estanciero que viene a comprar un terreno y recupera el de agitador sindical. Con su famosa voz, a gritos, empieza a denunciar el atropello, montado, según él, por la patronal de FUNSA. Me acusa de provocador y me quiere pegar. Yo, que estaba mejor vestido, portando un gran portafolio lujoso, le contesto con autoridad: ¡“Cállese la boca! A usted yo no lo conozco”.
A Soba lo habían detenido en el pasillo, separado de nosotros.
Al peladito Rodríguez Mercader, pintún, con cara de niño bien, lo traen del bar de la esquina donde estaba hablando por teléfono. Nos mira con desprecio e increpa al conserje que lo acusaba.
Selva, la “dama” de la banda, tiene un aspecto burgués con su fina peluca rubia. Quejándose con voz suave es la imagen misma de la inocencia. De pronto veo a Plomito, con su traje beige recién estrenado, atrás de los tiras, como uno más. Estaba aprovechando nuestra “representación teatral” para mimetizarse. Los de la Metropolitana, que venían a enfrentar un asalto, desentonaban con sus armas largas y en la calle, con el tránsito interrumpido, había una muchedumbre de gente bien vestida que quería saber qué pasaba.
Al sentarse en la “chanchita”, entre empujones, el Perro aprovechó para dejar al costado del asiento el revólver 38 largo que traía envuelto en un diario. El Plomito ya había dejado su cuchillo en la escalera. En medio de los gritos de los policías meto dentro del maletín un 32 corto que tenía en la cintura. No nos habían cacheado de armas.
Me acuerdo que después, en el entierro de Heber Nieto, me encontré con Ivonne y Rodríguez Mercader, caminamos juntos una pila de cuadras. El Peladito nos dijo: “Te vi cuando te sacaste el fierro de la cintura y ¡creí que ibas a tirar! Pero lo metiste en el portafolio y es increíble que ningún botón de la metro te viera”. “Con el revólver en la cintura se me caía el verso”, le dije.
Chacho
En 1970 Carlos
Alfredo e Ivonne decidieron casarse. Les dieron fecha para el 24 de diciembre,
todo estuvo listo para ese día: las invitaciones, la fiesta de bodas, los
regalos. En la noche del 23, horas antes del casamiento, el padre de Carlos
Alfredo anunció que no iba a firmar porque no quería “ser cómplice del apresuramiento juvenil”, “porque primero hay que recibirse y tener solvencia”. Como Carlos Alfredo
e Ivonne eran menores de edad (para contraer matrimonio la mayoría de edad era
de 21 años) y don Alfredo no apareció por lo que no pudieron casarse. Era tarde
para avisar a los invitados de modo que la fiesta se celebró igual pero no
hubo boda.
Días después Carlos
Alfredo fue detenido por el Departamento 4 de Inteligencia luego de la acción
contra la firma Pedro R. Core. Dado que dicha acción no se consumó y que
ninguno de los detenidos reconoció intenciones delictivas, el juez ordenó la
libertad por falta de pruebas. Pero Carlos fue internado en el CGIOR bajo MPS. Cuando
su padre quiso visitarlo en el cuartel Carlos Alfredo puso como condición que
primero firmara para que pudiera casarse. Don Alfredo no tuvo otra que aceptar.
El 31 de enero Carlos Alfredo recuperó la libertad y cuatro días después, el 4
de febrero de 1971, se casó con Ivonne.
En 1972 la pareja se
muda a una casa en Adolfo Vaillant y Carlos de la Vega (Nuevo París), que tenía
en el frente un gran cartel de Dardo Ortiz, del Partido Nacional. Allí vivieron
como una gran familia con Adalberto Soba, su compañera Elena Laguna, los hijos
de ambos y con Telba Juárez.
"A nosotros nos movía el amor, el amor a los
compañeros, el amor a la revolución, y el pelado unía eso a un amor muy intenso
por su compañera. Estaba profundamente enamorado. Ojalá en lo que me queda de
vida me pase que alguien sienta un amor como ese por mí, y que yo lo pueda
sentir."
Violeta Mallet
La
lucha se agudiza:
Desde abril de 1971
los trabajadores de la empresa Seral, en Santa Lucía, mantenían un conflicto
con sus patrones, los Molaguero. A lo largo de los meses el Ministerio de
Trabajo daba la razón a los trabajadores pero luego la empresa desconocía los
acuerdos y todo volvía a punto cero.
En ese marco la FAU
consideró necesario un apoyo logístico al sindicato. Se resolvió detener a un
miembro de la patronal para presionar una solución al conflicto. Si bien esta
organización no era partidaria de desatar una ofensiva armada en el país,
entendía que el estancamiento de un conflicto tan prolongado y dañino para los
trabajadores requería un apoyo externo.
El 11 de mayo de
1972 varios grupos de la OPR33 detuvieron en Paso Margat a Sergio Molaguero y
presentaron a la empresa Seral un pliego de condiciones para su liberación. Pero
la situación nacional había cambiado. En mayo de 1972 las Fuerzas Conjuntas
habían desbaratado gran parte del Movimiento de Liberación Nacional, incluida
la Cárcel del Pueblo, y aconsejaron a Hugo Molaguero que no negociara con los
secuestradores de su hijo.
Aún así, Sergio
Molaguero fue retenido hasta que la empresa accedió a los requerimientos de la OPR33.
El 10 de Julio de 1972, el gobierno aprobó la Ley de Seguridad del Estado y el
Orden Interno. Molaguero fue liberado el 19 de julio.
En Agosto el
Ministerio de Defensa Nacional, Servicio de Información de Defensa (SID),
Departamento III solicita captura de Carlos Alfredo por ser integrante de la
OPR33. El mismo mes las Fuerzas Conjuntas informan que integró el grupo que
secuestró al industrial Sergio Molaguero. El 5 de agosto fue detenida su
compañera Ivonne Trías. Carlos Alfredo se mantuvo clandestino en el país varios
meses.
Ya en octubre la
militarización del país dejaba poco margen para dudar de un inminente golpe de
Estado. En ese contexto la FAU-Resistencia Obrero Estudiantil (ROE) decidió que
los militantes requeridos por las Fuerzas Conjuntas (mayormente eran quienes
desempeñaban tareas en la OPR33) se trasladaran hacia Argentina. Así lo hizo
Carlos Alfredo. Meses después se fueron también su cuñada Cecilia Trías con su
compañero Washington Cram.
Ingeniero
de la resistencia.
“Había 2 equipos, en uno el responsable era Mechoso, y
en el otro Roger Julien. En el equipo de Roger fue en el que estábamos con el
Pelado, se le llamaba el Politécnico porque todos éramos de distintos oficios y
fundamentalmente en todo ese periodo, si bien es un grupo de acción, estuvo más
vinculado a lo técnico, hicimos berretines, documentos falsos, explosivos
automatismos para explosivos etc, algunas cosas se hicieron y se usaron y otras
se investigaron para hacer. Hicimos doble fondo para vehículos, uno de esos se
usó para el atentado de Punta del Este.”
José Imaz
El exilio fue muy
activo pero doloroso. Activo porque la preparación del Congreso –cuya
realización se había decidido años antes– era muy exigente: había que elaborar
documentos, presentar ponencias, estudiar, pero también había que realizar
todas las tareas necesarias para asegurar la infraestructura y la seguridad de
los participantes. Carlos Alfredo participó activamente en todas estas
actividades preparatorias.
Pero el exilio era
también doloroso porque la familia y los compañeros habían quedado en Uruguay
donde se cerraba sobre la población una dictadura cada vez más violenta. En
marzo de 1974 un rescate de diez millones de dólares por el empresario lanero,
barraquero y exportador Federico Hart permitió resolver una parte importante de
los problemas de infraestructura.
Mientras se
realizaban los preparativos de secuestro a Hart (operativo en el que tuvo papel
activo) Carlos Alfredo planificaba la fuga de Ivonne. Era algo que lo tenía muy
preocupado, hasta ya tenía varios posibles planes y un equipo de compañeros
para ello. Y es como dice uno de sus compañeros, Zelmar, “la libertad de Ivonne la tenía
metida en el corazón”
Entre 1972 y 1976
Carlos Alfredo inventó también decenas de trucos para burlar la censura de la
cárcel y comunicarse con Ivonne, pero su ambición era usarlos para liberarla.
1975,
PVP
Argentina, refugio de los perseguidos de Uruguay y Chile, se convirtió
rápidamente en una trampa mortal.
En febrero de 1976 se inició “la campaña Alejandra”, un esfuerzo por
retomar los vínculos con los militantes sindicales, estudiantiles y
cooperativistas de Uruguay. Desde febrero de 1975 el gobierno argentino había
encomendado a las Fuerzas Armadas la lucha antisubversiva, con la consigna de
«aniquilar el accionar de los elementos subversivos». Y lo hicieron.
Ya antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 habían
desaparecido en ese país los uruguayos Darío Goñi Martínez, Washington Barrios
Fernández, Natalio Abdala Dergan, José Luis Barboza Irrazábal, Eduardo del
Fabro de Bernardis, Juan Micheff Jara, Wiston Mazzuchi Frantchez y Nebio Ariel
Melo Cuesta.
A lo largo del mes de abril de 1976 secuestraron en Argentina a Ary
Cabrera Prates, el «Brasilero», sindicalista del gremio bancario e integrante
del PVP; a Eduardo Trinidad Espinosa; a Telba Juárez y Eduardo Chizzola. El 19
de abril apareció el cadáver de Telba, en el barrio de Barracas. Telba había
vivido en la misma casa montevideana en la que vivía Carlos Alfredo.
Así siguió la cacería de militantes revolucionarios organizados en
Buenos Aires. Ya Argentina no era el refugio al que los latinoamericanos
perseguidos habían acudido. Los extranjeros exilados o refugiados corrían la
misma suerte que los argentinos. La concertación represiva para obtener,
intercambiar y ordenar la información de inteligencia sobre izquierdistas,
anarquistas, comunistas, marxistas, trotskistas y guevaristas para eliminar sus
actividades en Sudamérica fue el Plan Cóndor.
En junio fueron detenidos decenas de militantes y entre ellos a la
dirección del PVP. Se formó una nueva dirección que también cayó detenida y
luego otra de emergencia. Un informe elaborado en agosto decía: «El golpe ha
sido grave en cantidad y calidad. Cerca del 50 % de los compañeros
participantes en el Congreso han sido sacrificados. De la casi totalidad no se
ha logrado saber ningún detalle, ni en qué estado se hallan, ni dónde se
encuentran, ni si están muertos o vivos. En otros casos, su muerte está
confirmada”.
Los ciclos de recomposición y destrucción de direcciones del PVP eran
cada vez más rápidos y tras la detención de Roger Julien –junto a su compañera
Victoria Grisonas y sus hijos Anatole y Victoria– Carlos Alfredo asumió su
función.
Los operativos de
cacería en el marco del Plan Cóndor, fueron efectuados por comandos de una
coordinación represiva integrada por la Policía Federal, la banda de Aníbal
Gordon y militares uruguayos. Los últimos estaban comandados por el mayor JoséNino Gavazzo del Servicio de Información y Defensa (SID) y en la coordinación
con Argentina operaron los oficiales Manuel Cordero, José Arab, Jorge Silveira,
Gilberto Vázquez, Luis Maurente, Eduardo Ferro y Ernesto Ramas; con los
policías lo hicieron Ricardo Medina y José Sande, además de un grupo de
soldados.
Sueño
de libertad
Además de la libertad de Ivonne, otra de las grandes preocupaciones de
Carlos Alfredo era la libertad de sus compañeros y compañeras que iban
desapareciendo. Liberarlos lo sentía como una “deuda moral”.
“En
Buenos Aires le pregunté a Gerardo si el Pelado andaba bien y me dijo que
Rodríguez Mercader había propuesto un plan para que Ivonne se fugara. El Pocho
Mechoso lo alentaba. Hacia el final de sus días estaban planificando la toma de
Orletti para liberar a los presos, junto a Roger, Pocho, el Plomito y otros
compas de Chola”.
Chacho
“Después de que caen varios
compañeros, el responsable que se hace cargo de lo que quedaba del equipo es
Mauricio y le planteamos insistentemente que había que hacer algo y él nos
planteo que los Monto le habían pasado la información de que tenían el dato de
donde podría estar Orletti. Queríamos rescatar a los compas, ya había sido
público la foto de Gerardo, ya estaba la extorción al PVP para liberar a los
compas de Orletti y nos propone hacer una serie de relevamientos de información
en un boliche donde paraban los botones. Hacemos relevamiento 3 compañeros y
ahí vamos varios días hasta que se quema porque los milicos se dan cuenta.
A partir de que se cae la forma de
recabar información, de que los hechos siguen su curso y siguen cayendo
compañeros ya no hay más tiempo ni infra para nada”.
José Imaz
La cacería.
El último encuentro
con su madre, Amalia: “Me
dijo que no le dijera absolutamente nada a nadie”. Y cierta vez escuchó la voz de Carlos, que la llamó a Montevideo. “Mi
hijo me dice: ‘Mamá, como la otra vez, no digas a nadie, mirá que la situación
está peor que antes. Pero vení. Espero, te espero. Venite pero no digas nada a
nadie’. Nos encontramos. No sé si era la una o dos de la tarde. Y lo que me va
quedando es lo que me había dicho en la conversación: que no hiciera ningún
gesto, que no caminara hacia él, que me quedara quieta. Si pasaba cerca mío y
se iba, era porque no me podía ver. Me había dicho: ‘Si me vigilan no te
saludo’. Bueno, cuando me vio, cruzó la calle y me dio un beso que nunca me voy
a olvidar.” No se vieron más que un momento. “Me dijo que me volviera. Me pidió
por favor que me cuidara, que la cuidara a su hermana y que no fuera a actuar
en política.”
En setiembre hubo otra tanda de secuestros y desapariciones de
militantes del PVP en Argentina.
El 28 de setiembre Cecilia Trías, cuñada de Carlos, y su compañero
Washington Cram fueron secuestrados probablemente en la calle o en un bar de
Juramento y Ciudad de la Paz. La pareja tenía un bebé que había quedado al
cuidado de su abuela Irma, madre de Cecilia.
Carlos Alfredo fue al domicilio de la pareja, en Morón (Vicente López
2273), para avisarle a su suegra que Cecilia y Washington habían sido detenidos
y que era necesario que ella se fuera de inmediato con el bebé antes que
llegaran los milicos. La ayudó a salir y ocultarse. Irma, tras varias
peripecias, logró volver a Uruguay con su nieto.
“Yo creo que el Pelado ya pensaba que iba a
caer, porque me pidió que encontrara un
lugar para ubicar a la madre de Ivonne y a Marcos (el hijo de su cuñada) y que la
ayudara a que pudiera safar”.
José
Imaz
La desaparición.
El 1 de octubre Carlos esperaba en un bar con otros compañeros la hora
para entrevistarse con Carlos Goessens (el Karateca), un miembro del PVP que
fue informante de los militares. En ese momento no se sabía el papel de
Goessens pero Carlos Alfredo vio algo raro y le dijo a sus compañeros que se
quedaran en el bar mientras él se acercaba al punto de contacto. Mientras
caminaba hacia allí fue secuestrado.
Ese día secuestraron en distintos operativos a otros seis militantes.
“En ese momento había un montón de caídas y se
perdían los contactos establecidos, entonces se salía a trillar en los lugares
comunes para ver si se establecía nuevos contactos, cosa que justamente
facilito las caídas.
El Kara era del otro equipo de acción, y lo que el Pelado nos cuenta es que se
encuentra con el Kara y establecen un contacto. Se fija un encuentro en un
boliche pegado a la Gral. Paz. Ese día nos trasladamos los tres en un Jeep y
nos quedamos al otro lado, a dos o 3 cuadras de Gral. Paz. Nos sentamos en un
boliche, tomamos un café y cuando se aproximaba la hora decimos: “vamos” y ahí
el Pelado dice “mejor quédense, porque no estoy seguro” y bueno nos quedamos
Álvaro y yo el jeep queda estacionado y el Pelado se va caminando y a partir de
ahí no volvió más , nos quedamos un rato en el boliche y luego nos fuimos, esa
noche me voy al taller por si por unas de esas aparece, pero no vuelve, me voy
del taller y cuando paso por la zona veo que la camioneta sigue ahí en el
lugar… fue solo un palpito que tuvo que nos salvo la vida, porque hubiéramos
caído los 3 .
José Imaz
Hasta el día de hoy
sigue desaparecido.
Segundo vuelo de la muerte
El 5 de octubre un «segundo vuelo» clandestino de la Fuerza Aérea
uruguaya trasladó desde Argentina a Uruguay a 22 detenidos. Negado durante
años, este vuelo fue confirmado el 8 de agosto de 2005 en el informe de la
Fuerza Aérea al gobierno uruguayo. El vuelo del DC-47 fue piloteado por el
mayor Walter Pintos. El comandante que voló también ese día —aunque no lo
recuerde— fue José Pedro Malaquín.
Según el periodista Roger Rodríguez, una fuente militar asegura que
todos los pasajeros del segundo vuelo de Orletti fueron trasladados desde el
aeropuerto en camiones del Ejército y, luego, llevados en el micro del Servicio
de Material y Armamento (SMA) al centro de torturas 300 Carlos, adjunto al
Batallón 13, donde se les conocía como «los del ómnibus». Allí, según la fuente
del periodista, permanecieron vivos un mes antes de ser ejecutados en forma
masiva.
*Esta recopilación de memorias sobre la vida y la lucha de Carlos Alfredo Rodríguez Mercader son una síntesis de una serie de entrevistas mantenidas con sus familiares y compañeros de militancia.
Tenía convicción y se ve que era un tipo sensible. Pero a pesar de lo romántico de su historia, tenemos que entender que era un bravucón. Está bueno el artículo para entender cómo pensaba esta gente. Si alguien piensa diferente, y ni que hablar si tiene cierta cantidad de dinero en el banco, es motivo suficiente para secuestrar y matar si es necesario. Los caminos democráticos jamás hubieran llevado a estos “iluminados” al poder, por lo que una imposición por la fuerza de su minoría parecía viable. Lamento que se enaltezca a estos personajes heroicos solo para fanáticos afines a su ideología, además de algún tonto útil como lo fueron ellos durante su adolescencia y joven adultez, creyendo desenfrenadamente en cuentos cargados de comprensible rencor y anhelos heroicos, muy propios de su edad.
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